Mis extranjeros
Mis extranjeros no tienen más luz en su mirada,
que esa de puñales clavados, insultos y desprecios,
vagando van por caminos, dianas de turba airada.
Sus carnes, mordidas por el frio sacrilegio,
de creyentes en dioses de cartón.
Levan prendidas ofensas milenarias,
de gentes cristianas rebosantes de maldad,
asesinas, de rabias ordinarias,
que disfrazan su odio de piedad,
golpean sus pechos pensando en el Edén.
Sus sombras, penando por el mundo,
componen sombrías pinturas indelebles,
no tienen reposo, ni fe, ni rumbo,
crujen sus huesos, míseros, endebles,
rogando que el rencor dé paso al amor y la amistad.
Mis extranjeros se pierden en la noche,
dejando tras de sí su negro rastro,
las burlas, las piedras, los reproches,
resbalan en sus curtidas pieles de alabastro,
sueñan, ríen y lloran buscando otras fronteras,
Mis extranjeros, nuestra conciencia,
nuestra paz,
que nunca hallaremos,
al no ser capaz de amar.
Comentarios (0)